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Los otros derechos humanos del adolescente

Autor:
Esteban Gumucio Vives ss.cc.

  • El derecho a soñar.

  • El derecho a equivocarse.

  • El derecho a reír con ganas, aun donde y cuando no corresponde.

  • El derecho a olvidar muchas cosas y algunas reglas.

  • El derecho a pensar sin televisión.

  • El derecho a comer a deshora y todos los días.

  • El derecho a adorar los chocolates cuando es todavía niño y.. después también.

  • El derecho a ser o no ser rebelde de vez en cuando.

  • El derecho de hablar para oírse a sí mismo, con o sin contenido justificable.

  • El derecho a escribir tiernas y pésimas poesías, pero enamorado.

  • El derecho a odiar los uniformes, la alineación y las órdenes de mando.

  • El derecho a llorar con la almohada.

  • El derecho a dormir por avalanchas increíbles, después de noches enteras conversadas sin motivo.

  • El derecho a saber la verdad para ser mejor hombre y mejor mujer.

  • El derecho a ser escuchado, respetado y querido sin condiciones..

  • El derecho a ser puro de corazón.

  • El derecho a amar sin porquería ambiental.

  • El derecho a esperar, pero habiendo comido su pan.

  • El derecho a conocer a Jesucristo como el mejor amigo y Señor.

Y como a la mayor parte de los adolescentes de nuestro mundo no les son reconocidos estos derechos y los otros, oficialmente proclamados, declaramos solemnemente que los adultos quedamos en interdicción hasta nuestra conversión universal.

En vez de seguir entregándole un mundo materialista hecho de idolatría por el dinero, de pornografía y contaminación física y espiritual, deberíamos reconocer la insensatez de nuestro materialismo práctico, convertido en sagrado sistema de economía de mercado y generar, con los jóvenes, nuevas utopías para las nuevas generaciones.

Una vez más el criterio de Jesucristo tiene la razón: Lo importante está en el corazón del hombre. Los medios tecnológicos, por más modernos y maravillosos que sean, no lograrán la transformación de las conciencias ni la creación de actitudes verdaderamente humanas.

 

Se necesita un suplemento de amor auténtico: "Si ustedes no se hacen como niños, no entrarán en el Reino de los Cielos".

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