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A propósito de «El Bosque de Karadima»

«Le hace bien a nuestra Iglesia volver a reflexionar porque aún no se ha hecho justicia plena a muchas de las víctimas de abusos, y se sigue traicionando la Buena Noticia de Jesús con actitudes de abuso de poder y de ocultamiento de la verdad. Mientras no cambie la mentalidad en el ejercicio del poder, sobre todo en el clero, al que pertenezco, no podemos esperar verdaderos frutos de conversión«. 

Guillermo Rosas ss.cc.*

A pocos días de aparecer en cartelera, fui con mis hermanos de comunidad a ver la película «El Bosque de Karadima», del director Matías Lira. Nos pareció natural ir a verla. Había sido precedida por mucha publicidad, pero tenía un público asegurado por el impacto que tuvo el caso Karadima en la sociedad y en la Iglesia del país, y tanto el ex párroco de El Bosque como sus víctimas han seguido estando presentes en los medios de comunicación.

Por la gran exposición mediática que ha tenido el caso no era fácil, a mi juicio, hacer una película que lograra tomar la distancia necesaria de una obra de arte, trascendiendo los hechos sin hacerse abstracta y reflejando la realidad sin ser intrascendente. Creo que Lira logró hacerlo. Me gustó mucho.

Es una buena película, como cine y como reflexión sobre la maldad y la fortaleza humana. No hay nada en ella que ofenda a nuestra Iglesia o a su jerarquía. No es amargada, ni exagerada, ni panfletera. No falta a la verdad. No caricaturiza a los personajes, no los condena ni los endiosa. No explota el morbo, y las escenas más crudas están, a mi juicio, perfectamente justificadas por el contexto. Además, esa crudeza es, con toda seguridad, mucho menor que la de la realidad vivida por las víctimas durante años de abusos.




Por otra parte, cuesta reconocer la impronta profunda del Evangelio en ciertas actuaciones de algunos de nuestros jerarcas. Admira que el Evangelio «dé para tanto», y más bien se siente uno inclinado a pensar que no puede dar para tanto, que no se puede estirar tanto un criterio, desdibujar tanto una orientación que en la revelación divina -particularmente en los Evangelios- aparece clara y coherente. Uno presiente, en algunos casos, un manejo del poder que huele a lo peor de lo humano y que carece del mínimo evangélico, aunque esté investido de la formalidad y el apoyo de la letra de la ley humana.

Hay que volver a creer y a actuar según el Dios de Jesucristo, ese que Él reveló con palabras, actitudes y acciones concretas, y a amar con toda la fuerza su Evangelio de Misericordia, de Amor, de Libertad y de Vida. Camino siempre arduo porque somos frágiles, pecadores e inconstantes. Pero siempre posible porque con los ojos fijos en Él no se puede errar la dirección.


* Guillermo Rosas es religioso de los Sagrados Corazones y doctor en Liturgia.

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