Por Enrique Moreno Laval ss.cc.
Inspirados en Esteban Gumucio, y particularmente en su poema Ciudadano del mundo, damos inicio a este espacio interactivo de comunicación, testimonio y debate. ¿Por qué esta inspiración?
Para responder esta pregunta habría que preguntarse a la vez, ¿por qué Esteban escribió este poema? Lo publica en 1994, cuando cumplía 80 años de edad, es decir, 7 años antes de su muerte, y cuando su vida había alcanzado una sabiduría capaz de sintetizar su vida en pocas cosas, pero esenciales.
Esteban se siente entonces “ciudadano del mundo”. Han sido superadas las estrecheces que nos restringen a lugares y a grupos exclusivos de personas. Han sido vencidas las resistencias provenientes de nuestras pequeñas culturas domésticas. El espíritu se ha extendido. La mente ha logrado amplia lucidez y el corazón se ha abierto ya sin límites. Esto lo lleva “a pensar, vivir y actuar de tal manera” que lo único importante se concentra en buscar y proclamar la verdad, a fin de defender, sin transar, el derecho a vivir que tiene todo ser humano.
El sentirse “del mundo”, el ser portador de esta conciencia global, nunca significó para Esteban marginarse del compromiso local. Por el contrario, las circunstancias de su vida le habían enseñado precisamente a estar atento a lo esencial de todo ser humano, sin evadirse en teorías especulativas que muchas veces desatienden lo concreto de cada día. Se dio en Esteban, plenamente, aquello de “pensar globalmente y actuar localmente”. Incluso nos enseñó que solo atendiendo los problemas y las realidades más próximas podríamos algún día cambiar el mundo. Llega entonces un momento en que Esteban, a sus 80 años, necesita poner por escrito, en uno de sus tantos poemas, qué le pasa a él por dentro, cómo se siente, cómo se ha convertido en realidad en un “ciudadano del mundo”.
En su mismo poema, Esteban nos deja las pistas para llegar a convertirnos también en ciudadanos del mundo. Siguiendo sus palabras, Esteban nos invita, nos incita, a proclamar la verdad donde se organice la mentira, a defender el derecho a vivir donde se atente contra la vida, a construir una sociedad justa donde se organice la opresión, a luchar sólidamente por la libertad, y a reclamar el derecho de la razón donde domine la fuerza de las armas. No se trata de una teoría ideológica. Esteban habla de lo que conoce, de aquello que ha experimentado en carne propia de tanto caminar junto a los pobres y oprimidos. A todo esto, dice con fuerza: “me comprometo en conciencia”.
¿Podría alguien dudar de la urgencia de asumir esta tarea en el día de hoy? ¿Podría negarse la vigencia de las situaciones descritas en este poema Ciudadano del mundo y del compromiso que dichas situaciones exigen?
Pero, cabe también la pregunta, ¿dónde aprendió Esteban Gumucio a ser ciudadano del mundo? No tenemos dudas. De tanto fijar su mirada en Jesús, aprendió a mirar como Jesús miraba a todo ser humano y a toda realidad humana. Ese Jesús, que localizado en la pequeña aldea de Nazaret, amó a la humanidad de una manera global, con un amor sin límites, rompiendo los estrechos límites que pretendía imponerle su cultura original y la religión de su tiempo. Desde su pequeño lugar, Jesús apostó por la humanidad entera, jugándose por la esperanza en un futuro diferente para todos, absolutamente fraterno, justo e inclusivo. Para Jesús, otro mundo era posible. Del mismo Jesús, Esteban aprendió que otro mundo y otra Iglesia eran posibles.
Este espacio que inauguramos hoy, es una invitación a transformarnos cada uno en un ciudadano del mundo, y a compartir con otros esta identidad ciudadana global; esta ciudadanía que surge en un determinado lugar, pero que trasciende toda geografía y supera toda frontera. Esa identidad que nos hace miembros iguales de un grupo tan amplio que se llama “humanidad”.
Esteban decía de sí mismo que tan solo actuaba “con ojos de poeta y corazón de pastor”. Y agregaba: “Los poetas son capaces de ver la realidad de todos los días con ojos nuevos; los pastores tienen por misión redescubrir con mucha humildad los pasos de Dios en sus pobres, para escucharlo y servirlo en ellos”. Son un par de consejos más que pueden servirnos hoy para llegar a ser, como Esteban, otros tantos ciudadanos del mundo.
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