Mientras el coro y los asistentes -sosteniendo una pequeña vela en sus manos- entonaban la canción escrita por el Padre Esteban Gumucio y musicalizada por Andrés Opazo, «Tú, mi hermano» fue encendido el cirio de los Derechos Humanos marcando el contexto de esta liturgia de acción de gracias por la patria, Te Deum, que presidió el cardenal Celestino Aós y que contó con la presencia del Presidente Gabriel Boric y demás autoridades nacionales.
El cirio fue encendido por primera vez en el Simposium Internacional de los Derechos Humanos que el cardenal Raúl Silva Henríquez inauguró el 22 de noviembre de 1978. Con este símbolo, el Te Deum de Fiestas Patrias se inició rindiendo homenaje a la Vicaría de la Solidaridad que dio refugio a las víctimas de los derechos humanos durante la dictadura, cuyo Golpe de Estado se conmemoran los 50 años en este 2023.
En su homilía, el cardenal Celestino Aós, dio gracias por la patria y por todo lo que hay en ella siguiendo la Oración de San Francisco de Asís.
Luego, el cardenal dio gracias diciendo: «Alabado seas mi Señor, por la Hermana, nuestra Madre Tierra, la cual nos sostiene y gobierna y produce diversos frutos con coloridas flores y hierbas. Amar a Dios es reconocer y respetar la tierra y el universo. Son de Dios y son de los hermanos. Nadie puede apropiárselos. Nadie puede maltratar la tierra y los animales y luego decir que ama a los seres humanos».
Añadió: «Tenemos historia de desencuentro, de maltrato, de muerte. La hemos recordado en estos días y nuestro recuerdo quiere ser compromiso de todos, de no recurrir a la violencia que trae destrucción, barbarie, dolor y muerte. Y traemos en nuestra conciencia el eco de la voz de Dios. ¿Qué has hecho de tu hermano?
Homilía
A continuación la transcripción de la parte central de la homilía del cardenal Celestino Aós:
Queremos de verdad un Chile de la vida. Un Chile que sea mesa para todos, donde todos tengan pan, trabajo, respeto, alegría. El futuro. Está delante. Es la meta lo que nos debemos trazar y buscar. El camino pasa por el amor. Hagamos de Chile un país de la vida. Donde cada ser concebido pueda ser gestado y nazca dignamente. Que viva dignamente, que muera de muerte natural dignamente. Que cada uno pueda nacer, vivir y morir humanamente, con dignidad. Alabado seas mi Señor, por todas tus criaturas. Por el Hermano Sol y la Hermana Luna. Por las estrellas y el aire y la nube. Por la hermana Agua y el hermano Fuego. Por las altas cordilleras y los valles. Por los mares y los ríos y las minas y los campos, por las carreteras y ciudades. Chile es tierra y mar, suelo y aire que debemos disfrutar, agradecer y cuidar. Alabar a Dios por nuestra geografía y nuestro suelo es cantarle, pero sobre todo es tener conciencia y responsabilidad. Cuidar la tierra y trabajarla para que dé frutos. Cuidar el agua y compartir los frutos de la tierra y el mar. Alabado seas mi Señor, por la Hermana, nuestra Madre Tierra, la cual nos sostiene y gobierna y produce diversos frutos con coloridas flores y hierbas. Amar a Dios es reconocer y respetar la tierra y el universo. Son de Dios y son de los hermanos. Nadie puede apropiárselos. Nadie puede maltratar la tierra y los animales y luego decir que ama a los seres humanos. Alabado seas por cada uno de nuestros hermanos y hermanas, los seres humanos. Por cada chileno y chilena. Por quienes nos precedieron. Por los que ahora convivimos y por los que vendrán después de nosotros. Debemos convivir como hermanos. Los nacidos en esta tierra y los inmigrantes llegados desde otros lados. Tenemos historia de desencuentro, de maltrato, de muerte. La hemos recordado en estos días y nuestro recuerdo quiere ser compromiso de todos, de no recurrir a la violencia que trae destrucción, barbarie, dolor y muerte. Y traemos en nuestra conciencia el eco de la voz de Dios. ¿Qué has hecho de tu hermano? Alabado sea el Señor Dios, porque nos has dado tu santa ley para que podamos convivir como hermanos. Los mandamientos de Dios no son cadenas que nos esclavizan, sino orientaciones y ayudas como señales de tránsito en nuestro camino de la vida, en nuestra convivencia. Ser bueno es la mejor manera de ser feliz. Oh, Dios grande inmortal. No me abandones. Trata a tu siervo según tu amor y enséñame tus leyes. Señor. La tierra está llena de tu amor. Enséñame tus leyes. Soy peregrino en la Tierra. No me ocultes tus mandatos. Esta es mi tarea. Observar tus decretos. Quiero cumplir tus leyes. He escogido el camino de la lealtad. He elegido tus mandamientos. Voy a meditar tus decretos y a fijarme en tus senderos. En el camino de tus mandamientos disfruto más que con cualquier fortuna. Jamás olvidaré tus decretos, pues con ellos me das vida. Brote de mis labios la alabanza. Pues me enseñaste tus leyes. Rezamos en el Salmo 118. El mal, la desorientación de otros le duele al creyente. Y el salmista reza. Mis ojos vierten ríos de lágrimas, porque no se guarda tu ley. Llevábamos como la Virgen María estas palabras en nuestro corazón y las queremos hacer conducta y vida nuestra. Si cada uno de nosotros copia y tiene en su cabecera los mandamientos de Dios. Si cada día examinamos nuestro comportamiento, seremos más felices personalmente y seremos una mejor sociedad. Tendremos una constitución y leyes que reflejen el plan de Dios. La ley está para proteger a los buenos y honestos. Y la ley debe servir para ayudar a los delincuentes y extraviados a que se corrijan. Y se regeneren. Un país que no se preocupa de ayudar y regenerar a aquellos están que están enfermos en su conducta. ¿Qué puede esperar? Simplemente disfraza la venganza de justicia. Alabado seas por darnos a Jesucristo, que es nuestro Salvador y Maestro. A Jesús le pregunto. ¿Qué tengo que hacer para salvarme? ¿Quién es mi prójimo? Jesús me dice. Anda, sé tu prójimo de los demás. Que no te sirve de excusa el mal que otros hayan hecho o hagan. Al mal se lo derrota con el bien. He de mirar y ver y comprometerme. El compromiso de ser prójimo de los demás es no hacer daño. Jesús reconoce. Unos bandidos lo asaltaron y le quitaron hasta la ropa. Lo golpearon y se fueron dejándolo medio muerto. Hacen daño los que asaltan y hieren al caminante. Los corruptos y los que roban. Los que andan en la violencia o comercian drogas. Los que insultan y difaman o calumnian. Los que atacan y destruyen la familia y el matrimonio. Los que ridiculizan la religión o impiden el libre culto. Los que hieren o causan muerte por su irresponsabilidad en las carreteras. Hacen daño quienes aterrorizan con la violencia en La Araucanía, en Santiago. O en el norte. Hay muchos heridos que necesitan samaritanos. Chile necesita personas buenas, ciudadanos honestos. Jesús nos enseña que hacen daño los que se desentienden y pasan de largo. Aquellos que se preocupan solo de su éxito o de su bienestar, aún a costa de marginar o lesionar a otros. Las omisiones. Lo que debimos hacer y no hicimos causan daño a los demás y a nosotros mismos. Hacen daño quienes no se involucran en los asuntos públicos. Quienes pasan de prestar su colaboración en el campo social y en la política, ya que a todos nos benefician sus opiniones y sus votos. Hacen daño quienes no estudian y quienes no, preparan con toda dedicación su clase y enseñan los valores. Hacen daño quienes reducen la educación a la instrucción y no disciernen ni forman los valores. Porque un ilustrado sin valores resulta un mayor peligro social. Hacen daño quienes mecanizan y mercantiliza en la medicina. Hacen daño quienes ven sufrir a hermanas y hermanos porque no conocen la verdad acerca de sus familiares detenidos o desaparecidos. En este día rezamos por los que hacen daño con sus omisiones. Suplicamos a Dios y les suplicamos a ellos. Convierte, Señor, sus corazones para que entreguen la información que puedan tener. Hermanos que tienen informaciones. Les pedimos por el bien de los familiares que sufren y por el bien de ustedes mismos, que compartan esos datos. De la mejor forma. Nosotros como Iglesia Católica estamos disponibles para prestar ese servicio de recibir la información y entregarla adecuada anónimamente a las autoridades. Nuestra alabanza, Señor de la verdad, la justicia, la misericordia y el perdón ha de subir desde nuestra realidad. Nos avergüenza nuestras maldades. La maldad siempre deteriora, la convivencia siempre destruye la vida. Te damos gracias, Señor, porque nos ofreces la oportunidad de no pasar de largo, sino de ser buenos cristianos. Queremos un Chile distinto y más acorde a los planes y a la voluntad de Dios. Una sociedad que cumpla los mandamientos de Dios y donde se conviva y se ayude como Sarmiento, como samaritanos de los que sufren. Con nuestras palabras y con nuestros hechos. Rechazar la violencia en nuestro convivir. Ser agentes y ejemplo del diálogo y el respeto mutuo. En esta hora grande y hermosa de nuestra historia, Jesús nos repite. Sé tu prójimo de los demás y especifica. Ustedes deben amar a sus enemigos y hacer bien y dar prestado sin esperar nada a cambio. Sí. Es buena hora para ser cristianos. De verdad. Es buena hora para ser samaritanos. A la memoria nos vienen mujeres y hombres que en tiempos difíciles y trágicos fueron samaritanos y ejemplo de amor a los necesitados. El cardenal Raúl Silva Henríquez, el obispo Fernando Ariztía y el padre Fernando Salas. El pastor luterano obispo Edmund Fred y otros cristianos de las iglesias, Ortodoxa, Bautista, metodista y miembros de la comunidad judía y tantos otros cuyos nombres Dios bien conoce. En este día de alegría y acción de gracias. En estas fiestas patrias rezamos por los que sufren. Nadie puede perdonar ni reconciliarse por otro. Pero todos tenemos la responsabilidad de crear las condiciones para que se den el reencuentro y la reconciliación. Sembremos vida y tendremos una patria, un Chile de vida. Participemos todos en la vida pública. Cuidemos nuestras familias y nuestros niños y las personas más vulnerables. A todos, autoridades y ciudadanos, nos queda hoy la tarea del Señor. Anda y sé tú con tus palabras y con tus obras. Prójimo de los demás. Y también su interrogante ¿Qué has hecho con tu hermano? ¿Qué vas a hacer con tus hermanos? Cambian las condiciones de la vida. Avanzamos en ámbitos técnicos, sociales y culturales. No podemos contentarnos con estos progresos. Junto a ellos deben estar siempre los progresos morales, como la atención, protección y ayuda a la familia, ya que el amor generoso indisoluble de un hombre y una mujer es el marco eficaz y el fundamento de la vida humana en su gestación, en su alumbramiento, en su crecimiento y en su término natural. Solo donde existen el amor y la fidelidad nace y perdura la verdadera libertad. Por eso la Iglesia aboga por adecuadas medidas económicas y sociales para que la mujer encuentre en el hogar y en el trabajo su plena realización. Para que el hombre y la mujer que contraen matrimonio y forman una familia sean decididamente apoyados por el Estado. Para que se defienda la vida de los hijos como sagrada e inviolable desde el momento de su concepción. Para que la natalidad sea dignificada, valorada y apoyada jurídica, social y legislativamente. Por eso la Iglesia se opone a todas las formas de negación de la vida humana y apoya cuanto promueva el orden natural en el ámbito de la institución familiar. Conocer a Jesucristo es un don y una alegría. Queremos compartir y llevar a los demás este don. Jesús nos ordena Anda y haz tú lo mismo. Sé samaritano de los demás en estas fiestas patrias. Ser samaritano de los demás siempre hace el bien. Sé honrado, cuida a tu familia y respeta las familias de los demás. Te alabamos, Dios. Trinidad excelsa. Gloria al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo.
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