* Por Juan José Montes Letelier
“Este es un mundo que te domestica para que desconfíes del prójimo, para que sea una amenaza y nunca una promesa”. Esta frase del periodista y escritor uruguayo Eduardo Galeano sintetiza muy bien la realidad que está viviendo la sociedad chilena y que ahora también toca la esfera de nuestro querido fútbol chileno.
Hace un par de semanas pudimos ver los incidentes que ocurrieron en el estadio Elías Figueroa de Valparaíso y que terminaron por impedir la realización del partido entre Santiago Wanderers y Colo Colo, puesto que no estaban las condiciones mínimas de seguridad ni para los jugadores ni para los hinchas de ambos equipos. Pero esto es la punta de un cerro de problemas que tiene el mundo del fútbol.
Me explico a continuación: en estos momentos el ex presidente de la FIFA, Joseph Blatter, está acusado de corrupción y sobornos; Nicolás Leoz, ex presidente de la CONMEBOL, también está siendo investigado por corrupción; el ex presidente de la ANFP, Sergio Jadue, hoy arriesga hasta 20 años de cárcel por corrupción en el fútbol. Por otro lado, incluso los mismos jugadores están teniendo problemas legales. Hace pocas semanas Michel Ríos de Universidad Católica, fue procesado por estar involucrado en robos de camiones de nueces y Esteban Paredes de Colo Colo fue detenido por hurto de televisores. En España, jugadores como Lionel Messi y Javier Mascherano, también enfrentan a la justicia por presunto fraude al fisco. Por lo tanto, se puede ver que lo vivido la última fecha del campeonato no es algo fuera de lo normal con que se está llevando este deporte en todas sus esferas, tanto a nivel mundial y nacional.
Pero para colmo de esta vergonzosa situación, el plantel campeón de Colo Colo sale a celebrar su título como si nada hubiese pasado, demostrándonos que como sociedad estamos normalizando ciertas conductas delictuales, lo que es aún más grave desde mi punto de vista. Es más, como parte de su celebración realizaron la tradicional “vuelta olímpica” sin público, lo cual es una aberración a la génesis de esta tradición heredada del equipo de fútbol uruguayo campeón de las olimpiadas de París de 1924, cuyos jugadores empezaron a hacer este gesto en agradecimiento al público francés presente en esa recordada final frente a Suiza. Una completa burla al significado de esta celebración.
Toda esta radiografía de la actualidad del fútbol no está tan alejada de la realidad con que hemos vivido los últimos años o incluso décadas pasadas. Como sé que la memoria es frágil paso a recordar. Algunos años atrás, los clubes más importantes de nuestro balón pie eran presididos por personajes de dudosa reputación, tales como Gabriel Ruiz-Tagle en Colo Colo (involucrado en caso de colusión en la empresa CMPC) y José Yuraszeck en Universidad de Chile (condenado en el uso de información privilegiada en el “caso chispas”). Además cabe recordar el escándalo protagonizado por el entrenador de la selección sub-20 de 1979, Pedro García, con el caso de los pasaportes falsos de los seleccionados. Por último, los hinchas también anteriormente eran protagonistas de serios incidentes como el recordado enfrentamiento a cuchillo entre en Huinca y Bartix, para definir quién sería el nuevo líder de la Garra Blanca.
Y la pregunta que todos nos podemos hacer válidamente es: ¿Y las autoridades qué hacen para cambiar esto dentro de nuestro país por lo menos? Bueno, sí han tratado de mejorar el asunto con particularmente dos grandes cambios.
En primer lugar está el Plan Estadio Seguro, el que como todos podrán observar, no está logrando sus objetivos. El punto principal aquí está en que se han impuestos normas de prohibición en vez de educación, como también criterios de personas que no vienen del mundo del fútbol. Se debería buscar tener un espectáculo de primer nivel, pero con nuestros rasgos culturales, no los de Europa, EE.UU o China, si es que no queremos ver nuestros estadios vacíos y silentes.
En segundo lugar está la ley para constituir los clubes en Sociedades Anónimas Deportiva Profesional, las cuales fueron introducidas en el fútbol chileno con la promesa de lograr más transparencia con los dineros de los clubes y que todos los sueldos de los jugadores estén al día. La realidad nos muestra, por un lado, una dudosa transparencia de los anteriores presidentes de los clubes más populares del fútbol chileno y por otro, el ejemplo de Naval de Talcahuano, que el año pasado estuvieron entre dos y tres meses sin sueldos, y que incluso comenzaron partidos todos de espalda al balón en señal de protesta por su situación dentro del club. Para colmo, la evolución que están teniendo las SADP es que están funcionando como simples empresas y, por lo tanto, dejando de lado su rol social dentro de sus regiones, comunas y/o instituciones públicas que representan. Un ejemplo de este último punto fue también visto en el partido entre Santiago Wanderers y Colo Colo en Valparaíso, cuando su actual presidente, Aníbal Mossa, pide que le pasen la copa para celebrar como un jugador más, tratando de acaparar toda la atención posible y mostrar esto como un logro personal. Juan Cristóbal Guarello hacía una pregunta más o menos así el otro día por la radio: ¿Qué pensaría David Arrellano, fundador del espíritu del Club Social y Deportivo Colo Colo, al ver la arrogancia de su actual presidente? Este hombre fundador buscaba que el equipo fuera un fiel representante de los valores de los chilenos y que tuviera una responsabilidad social como club deportivo en todo el país, cosa que pareciera no entender Aníbal Mossa, que más allá de su patrimonio personal, pareciera no demostrar méritos suficientes para poseer su actual cargo.
Después de este recorrido por todos los niveles del fútbol mundial y nacional, repasar la historia de infortunios y malos manejos, y por último, ver los intentos por combatir la corrupción, malos tratos laborales y acabar con la violencia, uno tiende a pensar que está todo acabado y que el último en salir debería cerrar la puerta. Pero no. La gran esperanza es que este deporte nunca va a morir y que por muy grandes que sean los problemas a enfrentar, no desaparecerá, ya que siempre niños, niñas y adultos podrán juntar sus calcetines y formar una pelota de trapo, repartirse en equipos y generar su propio Estadio Nacional en cualquier lugar de encuentro común como plazas, parques, calles, etcétera. Además, dentro de ese escenario indestructible, todos los jugadores podemos ser una estrella y celebrar con nuestras hinchadas de turno. Pues ahí está la magia y la inmortalidad de este deporte, cualquier niño o niña puede imitar el gol con la mano de Maradona a los ingleses, como también puede elegir imitar el gol del siglo del Pelusa en el mismo partido. Pero da lo mismo, no hay problema en que elija el gol con trampa o el gol del siglo porque como dice Galeano, “los niños no tienen la finalidad de la victoria, quieren apenas divertirse.”
No olvidemos que lo que pasa en la cancha queda en la cancha y que para las cosas importantes está todo el tiempo que no le destinamos al fútbol. Este fenómeno social no se acaba acá, no se acaba con algunos hinchas, algunos dirigentes o jugadores, se lleva en la sangre de todos los que nos sentimos niños jugando y pasándolo bien con amigos o desconocidos, en el patio de nuestras casas o en la plaza del barrio.
* Juan José Montes Letelier, Economista Universidad de Chile, actualmente es coordinador ejecutivo para el norte de Chile de la Fundación Fútbol Más que promueve el desarrollo de niños y jóvenes en contextos de vulnerabilidad.
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