Por René Cabezón Yáñez ss.cc.
El papa Francisco le dijo a los laicos de la iglesia chilena: “Su participación activa no es cuestión de concesiones de buena voluntad, sino que es constitutiva de la naturaleza eclesial. Es imposible imaginar el futuro sin esta unción operante en cada uno de ustedes que ciertamente reclama y exige renovadas formas de participación. Insto a todos los cristianos a no tener miedo de ser los protagonistas de la transformación que hoy se reclama y a impulsar y promover alternativas creativas en la búsqueda cotidiana de una Iglesia que quiere cada día poner lo importante en el centro. Invito a todos los organismos diocesanos -sean del área que sean- a buscar consciente y lucidamente espacios de comunión y participación para que la Unción del Pueblo de Dios encuentre sus mediaciones concretas para manifestarse” (nº1 carta del 31 de mayo 2018).
En cosa de semanas este llamado ha calado profundo en el corazón de muchos laicos en Chile que se han puesto manos a la obra. Laicos formados, otros en procesos de catequesis, otros con una fe menos ilustrada, todos con deseo de ayudar. Se están reuniendo, organizando, protestando o participando en emotivas liturgias a lo largo del país; todos con un solo norte, renovación de nuestra adhesión a la Iglesia de manera adulta y corresponsable, sin sumisiones a clericalismos antievangélicos, y, así ayudar a realizar una verdadera purificación de nuestra fe católica. ¡Nos alegramos por el eco del llamado del Papa!
Este movimiento del Espíritu se está notando en la perseverancia, en la asistencia y participación de miles de laicos del pueblo fiel que han repletado los diversos santuarios de nuestro país, con motivo de las festividades de San Pedro y San Pablo o de la Virgen del Carmen venerada en nuestro norte bajo la advocación de La Tirana.
La realidad parece darle la razón a los analistas del fenómeno religioso actual en Chile, que afirman que la secularización de nuestra sociedad y la baja en la participación formal en los compromisos religiosos, no ha mermado en nada la participación religiosa en la devoción de los Santuarios, sin verse reflejado los efectos de los escándalos por denuncias de abusos por parte del clero. De esto da fe la festividad mariana del 16 de julio, en la fiesta religiosa de La Tirana, y otros lugares de Chile donde se celebró esta fiesta.
En el santuario de la Virgen de La Tirana se administran y entregan, entorno al 16 de julio, los sacramentos de la iniciación cristiana, a profesandos y fieles en general. Así, la fe en Jesús, en María, los santos y los sacramentados, y de modo especial, la participación en la eucaristía, mantienen un fervor muy notable. Solo en el santuario de La Tirana más de 200 bailes religiosos se congregan cada año venidos de todo el norte, convocando a miles de personas, siendo parte de la identidad de ciudadanos y creyentes que se traspasan la fe de generación en generación, con casi absoluta prescindencia del clero. Pareciera “la chinita” no saber de crisis.
Esta verdad sociológica y religiosa, el Papa Francisco la tiene muy clara, al afirmar: “Quisiera hacer una breve referencia a la pastoral popular que se vive en muchas de vuestras comunidades ya que es un tesoro invaluable y auténtica escuela donde aprender a escuchar el corazón de nuestro pueblo y en el mismo acto el corazón de Dios. En mi experiencia como pastor aprendí a descubrir que la pastoral popular es uno de los pocos espacios donde el Pueblo de Dios es soberano de la influencia de ese clericalismo que busca siempre controlar y frenar la unción de Dios sobre su pueblo. Aprender de la piedad popular es aprender a entablar un nuevo tipo de relación, de escucha y de espiritualidad que exige mucho respeto y no se presta a lecturas rápidas y simplistas, pues la piedad popular “refleja una sed de Dios que solamente los pobres y sencillos pueden conocer” (Paulo VI, Evangelli Nundianti Nº 48).
A esta actitud aludió el obispo Guillermo Vera de Iquique, en la misa de la víspera del 16 de julio este año, al pedir perdón e invitar a reparar -en lo posible- el daño causado, por un lado, y por otro, agradecer la fe de la gente que repletó el santuario en los 4 días de fiesta religiosa como hace mucho tiempo no se apreciaba. Por ellos, dio una larga acción de gracias “por seguir creyendo y participando en la Iglesia”, “gracias por seguir firmes en la fe”, cultivando este fervor Mariano, acercándose a los sacramentos y seguir viendo, en los sacerdotes, ministros del Señor.
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