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El MUNDIAL Y SUS EXAGERACIONES Sergio Pérez de Arce sscc

Como era de prever, el Mundial ha concluido para Chile con la derrota ante Brasil. Vendrán los análisis, los repasos de las jugadas, el habitual halago a la actitud chilena y la recepción en Chile de los jugadores casi como héroes nacionales. Libreto conocido o, al menos, esperado.

A mí me quedan preocupaciones. No hablo de las futbolísticas, donde finalmente nos fue un poco mejor que en otros mundiales, sino de preocupaciones sociales, que se relacionan con lo que somos y vivimos como pueblo.

Nacionalismo. Muchos tomaron y vivieron los partidos como una causa nacionalista, como una gesta heroica en que estaba en juego casi el destino del país. Una y otra vez se apeló al sentimiento nacional, a los 16 millones de chilenos que nos unimos detrás del equipo. Y en ese afán, no hubo empacho en denostar al adversario, en mostrar una prepotencia inusitada, sobre todo en el partido frente a España. Muchos compatriotas se comportaron como energúmenos. ¡Qué lacra es el nacionalismo y qué daño hace a la humanidad! A nosotros nos brota a menudo, sobre todo en relación a nuestros vecinos.

Endiosamiento. Ha habido un ensalzamiento excesivo de los jugadores y técnicos, un afán morboso por conocer sus historias, familias, vecinos, hasta el amigo de infancia con el que jugaba a la pelota tal jugador. No dejó de impresionar ver en el Metro los Héroes las fotografías de los jugadores ensalzados a nivel de héroes nacionales, y esto aún antes de jugar y ganar algo. Chicos en la mayoría de condición humilde, elevados a la condición de modelos, representantes insignes del país. Todo lo cual es excesivo, primero desde un punto de vista deportivo, porque no tenemos estrellas futbolísticas excepcionales, nuestro nivel es discreto. Pero es excesivo sobre todo desde un punto de vista humano y social.

Dictadura informativa. Ya se ha hecho habitual en nuestros medios de comunicación, sobre todo en la TV, la centración casi absoluta en un tema por un tiempo largo. Fue así con el terremoto, con el que le dieron por casi dos meses todos los días y a cada rato. Algo similar pasa con el festival de Viña. Ahora ha sido el mundial, que ha llenado las noticias, los programas de farándula, los matinales, etc. Alguien podrá decir que siempre se puede apagar la TV, pero el problema es la estrechez mental que muestra de la sociedad. Al menos durante un tiempo largo, casi no existe en el país otra preocupación, y eso nos hace mal, empobrece a un país.

Comercialización. Aunque la pasemos bien, no hay que olvidar la comercialización de estos grandes eventos mundiales y los intereses que se mueven detrás. Unos cuantos ganan mucho dinero. Todas las tiendas, bancos, grandes empresas se suben al carro del mundial, por supuesto para vender y ganar. Lo mismo hicieron con el terremoto y la solidaridad, lo transformaron en motivo de publicidad y ocasión para mostrarse. Es la ley del mercado y lo mediático, que lo domina todo y nos mete un producto –en este caso el mundial y el nacionalismo– hasta por las orejas.

Delirio de grandeza. En el fútbol como en otros ámbitos de la vida, los chilenos mostramos un vergonzoso delirio de grandeza. Hacemos las cosas un poco mejor y tenemos algunos éxitos, de lo cual hay que alegrarse, pero pronto empezamos a creernos lo mejores. Y empezamos a hacer aspavientos, a ponernos de ejemplo y a creer que todo el mundo nos mira, nos juzga igual. ¡Bastó un par de triunfos para que algunos creyeran que podíamos ser campeones! Y esto nos pasa en la economía, la política y en tantos ámbitos. Creo que detrás hay un complejo de sabernos un país pequeño, sin demasiada importancia en el mundo. Entonces tenemos que empezar a decir que la democracia chilena es un ejemplo, que la economía chilena es la más pujante de A. Latina, que Sánchez es como Cristiano Ronaldo y que a Bravo se lo pelean el Barcelona, el Real Madrid y otros. ¡Qué bueno que haya cosas destacadas y progreso entre nosotros!, pero hay que asumir esto desde nuestra pequeñez y modestia.

Le que he escrito no es por ser “aguafiestas” ni amargo para juzgar todo lo que ha pasado con el Mundial. También me he alegrado con los triunfos y he seguido más o menos lo que ha estado pasando. No hay duda que el fútbol tiene gran repercusión social y hay una dimensión de fiesta en estos acontecimientos mundiales, lo que hay que valorar. Pero hay algo exagerado en todo los que hemos vivido, algo deformado y deformante, que no nos hace mejores personas y un mejor pueblo. Y vale la pena introducir una pizca de criticidad en estos tiempos en que hemos vivido “empelotados” y en que muchos se han comportado como “pelotudos”.

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